Blanca, era nuestra perrita, que llego a casa sin que yo estuviera muy convencida, y que casi sin darme cuenta, con apenas 40 días, empezándole a salir las manchas típicas de los dálmatas y no levantando ni un palmo del suelo, ser convirtió en una más de la familia. Eso si, nada que ver con los dálmatas de la película, mi hija Laura, estaba enamorada de estos perritos con manchas, y llegó Blanca, un huracán hiper activo, y que siempre tenía que estar en continuo contacto con alguno de nosotros, confieso que en ocasiones colmaba mi paciencia, y después de casi 11 años, una enfermedad que la estaba debilitando por momentos nos forzó a tomar una difícil y dura decisión.
Casi sintiéndome desconcertada por lo que la echamos de menos, y por el cariño que la teníamos, después de estos días de tristeza, nos quedaran sus buenos recuerdos, los buenos momentos que hemos pasado juntos, y sobre todo con lo que nos hemos reído con ella, con sus impulsos insaciables con la comida, siempre dispuesta "a probar" y si podía ser "sin previo permiso" todo lo que estuviera a su alcance, la cocina era un sitio vetado para ella, pero..., viene de familia, le era superior, y además es el punto de reunión familiar.
Tenemos miles de anécdotas relacionados con tema -comida-, desde verla salir sigilosamente -como quien no ha roto un plato en su vida- con un cordon blue en la boca (crudo), me descuidé mientras los preparaba; o cuando mi hija Marta, sabía que a ella le podía "tomar el pelo", y me llamó al trabajo "-mamá, Blanca se está comiendo toda la bandeja de turrones caseros que habíamos preparado para Navidad", y en verano nuestras cenas en la terraza, con su dialogo perruno suplicando alguna migaja.
Mi primera tarta fondant, se la dediqué a ella.
También ha estado presente en algunas de mis entradas del blog:
- Vigilando la coca de calabacin, mientras hacía la foto, para ver por donde podía pillar
- Como disfrutó con la sandía tallada del gazpacho de sandía!
- Y como le gustaba mirarme por la ventana mientras cocinaba..., aunque no me podía fiar de su paladar, no era remilgada, todo le gustaba, buenos saltos que daba para comerse alguna mosca de aperitivo.
O asomarse esperando su gallea-recompensa, después de un "seu".
Tenemos muchaaaas fotos de ella y con ella.
Mis niños, las navidades pasadas. Laura tuvo que colgar las galletas decoradas a una altura considerable en el árbol para que no llegara.
Después de tres años publicando recetas y de haceros participes de algunas de mis vivencias, quería dedicarle una entrada a nuestra Blanca. Nos costará acostumbrarnos no compartir un poquito de nuestros menús con ella. Siempre estará en nuestro recuerdo.
María.